Cómo olvidar el verano del 2005. Con mis incontables puntos ponderados bajo el brazo, tenía licencia para matar. O por lo menos, para carretear hasta decir basta. Sólo bastaba con pronunciar la frase: Mamá, quedé en medicina. Un gran verano caracterizado por algo más que el alcohol y el reggaeton: No sólo se acababan los facsímiles y los desvelos, sino también un desafío que meses de posterior psicoterapia lograron aflorar al consciente: la necesidad de valoración por parte de mis pares. Claro, ya no le debía explicaciones a nadie: de todos los biólogos, yo había quedado en la carrera más topísima, en la mejor u de la región… ya casi sentía la estela que dejaba al caminar con mi grandiosa aura de médico.
Haber sabido en el 2005 que la cosa no terminaba ahí. Pasados los años, se acerca el final (¿o el comienzo?) de esta carrera y varios van escogiendo su camino. Y ya brilla nuestra aula con las auras de los futuros cirujanos, de los aplicados oftalmólogos, de los brillantes internistas. Mientras, mi grandiosa estela de antaño se apaga nuevamente.
Y claro, de nuevo el consciente se inquieta sin saber qué es lo que reclama el subconsciente, pero esta vez, sólo le tomó 40 minutos a mi sicólogo darme la orden fulminante: Camila, sal del clóset. Tú quieres ser médico de familia.
Y claro, es difícil al principio, como debe ser para muchos aceptar la tendencia sexual en la que insiste su naturaleza, o aquella vocación desestimada de artesano o poeta. Es que a muchos de mis pares se les arruga la cara al escuchar la palabra biopsicosocial, y llego de pronto al mismo conflicto, arrastrado desde los 17 años pero ahora con nuevo rostro: ya acepté ser médico, en parte por validarme ante mis pares, y ahora que me enamoré de la profesión, es precisamente por su cara feita: menos plata, menos reconocimiento, pero pucha que soy interdisciplinaria, comunitaria, biopsicosocial… ¡Y a mucha honra!
Para todos mis futuros colegas quienes, por alguna u otra razón se identifican con mis palabras, quiero decir que hay una diferencia entre los niños asustados por su entorno y los adultos en los que nos estamos convirtiendo. Hoy pude pararme y decirle a mi mamá que se olvide de la clínica dermatológica. Así que sea cual sea tu clóset, recuerda que sólo toma un paso el salir a la vida que tú, y no el resto, determina.
Camila Olivares

buenisimo!!!!!
Excelente.
Necesitamos más de gente que piense así.
Un abrazo Cama.
Hola, soy Alejandro, y quiero ser psiquiatra.