Errando

No me logro acordar cuándo fue que perdí el camino. Debe haber sido cuando las luces que titilaban tan fuertemente comenzaron a ofuscarse, pero no porque la oscuridad se hiciera más intensa, sino porque comencé a entrecerrar los ojos. No hay peor ciego que aquél que no quiere ver y yo estuve a punto de sacarme los ojos.

Me perdí en la tormenta que yo mismo comencé a agitar, el polvo en mis ojos, el frío calando mis huesos, mi espíritu respirando tan lentamente. El tiempo parece fluir tan lentamente cuando las tempestades lo dejan a uno varado, hundiéndose con las cargas que uno prefiere no soltar. Tan lentamente.

Tenía los ojos tan fuertemente cerrados que no veía esa gente, tirando de mis brazos, intentando sacarme del abismo que yo mismo creé. Furia, odio, ira, miedo, vergüenza, todas agitándose, revolviéndose y yo en el ojo de la tormenta contemplando el caos desatado. Mi alma atrapada, asfixiándose.

A punto de cerrarlos completamente, vi un destello en el rabillo de mi ojo, lo seguí con la mirada, ¿de donde venía? Lo logré tocar, me aferré a él con todas mis fuerzas, no lo iba a dejar ir, no esta vez. Me dejé arrastrar por el astro y llegué frente a un letrero. Había tantas flechas indicando diferentes caminos. ¿Cuál tomar? Daba lo mismo. Mientras siguiera uno.

Hice acopio de las fuerzas restantes, rompí las cadenas que sostenían mi espíritu, abrí bien los ojos y miré las maravillas que me negaba a ver. La luz invadió las cavernas y de pronto todo pareció tan claro y nítido. Vi mi propia luz, ya se me había olvidado que la tenía y la vi refulgiendo con tanta intensidad que llegó a lastimar mi vista.

Miré a mi alrededor y vi a los míos, brillando también, y ahí me di cuenta de cuánto tiempo estuve encerrado. Ahí fue cuando levanté mi espíritu y comencé a vivir nuevamente.


"Ex Umbra in Solem"




JCS

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