Maestros de la medicina: Dr. David Sabah Jaime

En este momento que el Dr. Sabah se desvincula contractualmente de la Universidad de Valparaíso (sigue haciendo clases, cooperando en todo en la docencia, desde un rol de “Profesor Asociado”), hemos querido reconocerlo como Maestro, como amigo, como ser humano integral que nos ha enseñado tanto a tantos.

Después de ocupar cargos relevantes en la Universidad de Valparaíso: jefe de Medicina, Consejero del Consejo permanente, miembro del Comité de ética, de la Oficina de Educación Médica, Director de la Escuela de Medicina, Secretario (S) y luego Decano por 3 períodos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valparaíso (ya independizada de la Universidad de Chile), y varias veces también Secretario General Subrogante de la Universidad de Valparaíso; ha terminado su labor docente en la Universidad de Valparaíso en la Cátedra de Medicina del Hospital Dr. Gustavo Fricke, que iniciara desde el año 2003 hasta la fecha.

Hablar del Dr. Sabah es pensar en un hombre maravilloso desde muchos puntos de vista. Un docente espectacular, ávido por aprender y enseñar, pronto a cooperar en todo lo que sea necesario para que la docencia sea del mejor nivel. Una persona muy culta, generoso con sus conocimientos no sólo de medicina, sino que de la vida en general. Un excelente esposo, padre, abuelo y amigo.

Hijo de Alberto Sabah Beresi, italiano y Rebeca Jaime Esquenazi, chilena. El Dr. Sabah realizó sus estudios en Santiago, egresando de la secundaria del Internado Nacional Barros Arana. Realizó sus estudios de medicina en la Universidad de Chile, recibiéndose el año 1952. Su esposa, Esther Telias Telias, lo acompaña en sus periplos por el mundo: Estados Unidos, Israel, México, Puerto Rico, Venezuela, entre otros.

Padre de 5 hijos, todos profesionales. El Dr. Sabah ha sabido sembrar en su familia armonía, cariño, amor por la lectura y mucha conversación. Parte de una familia maravillosa, su casa siempre está abierta con comida deliciosa y con palabras reconfortantes y sabias.

Reumatólogo de profesión, sin embargo, ha asistido y presentado temas en distintos congresos y cursos. Motivado por la docencia, activo participante en cursos de docencia que hasta el día de hoy se dictan en la Universidad de Valparaíso.

El Dr. Sabah participa en diversas Sociedades médicas, entre otras, la Fundación Lucas Sierra de Viña del Mar.

Como internista y luego reumatólogo trabajó en diversas instituciones, entre ellas, el Hospital Naval Almirante Nef.

La vocación docente del Dr. Sabah se hizo presente desde que se recibió, haciendo ayudantías y clases en la Universidad de Chile en Santiago, Universidad de Concepción, Universidad Católica de Valparaíso (Servicio Social) y Universidad de Chile sede Valparaíso (Hoy Universidad de Valparaíso).

Ha recibido numerosos premios, de reumatología, de educación médica, del Colegio Médico (premio Emérito), de la Municipalidad de Valparaíso (por su colaboración a la docencia) y de la Universidad de Valparaíso, por sus múltiples contribuciones desde distintos ámbitos.

Además de estos numerosos reconocimientos, la calidad humana del Dr. David Sabah es lo más relevante. Preguntando a varios de sus ex alumnos acerca de lo que caracteriza al Dr. Sabah, he recibido una lista increíble de calificativos: su calidad humana, su humildad, su calma, reflexividad, su buen humor, crítico proactivo, solucionador, afectuoso, preocupado por los detalles, responsable, de excelente trato, respetuoso, posee una visión integral del paciente como ser humano (posee muchísimas publicaciones en este campo)…….

Muchas gracias, querido Dr. Sabah, de parte de todos sus colegas, alumnos y amigos. Lo queremos mucho.



Dra. Victoria Novik Assael

Prof. Adjunto Universidad de Valparaíso

Cátedra de Medicina Hospital Dr. Gustavo Fricke.

Aníbal Pinto 7 pm

Si usted desea adentrarse en la ciudad más hermosa de Chile, un buen lugar para iniciar su recorrido sería, sin duda, la Plaza Aníbal Pinto. De partida no imagine la típica plaza cuadrilátera concebida por los planos ortogonales españoles, ni menos árboles. Es simplemente un espacio plano, triangular y pequeño, donado por la esquiva topografía porteña. Eso si, como buena plaza, tiene su estatua que, como era de esperarse, no rinde honores a Aníbal Pinto. Pues bien: ¿por qué esta “plaza” merece nuestra especial consideración? Quizás sea por su ubicación: es flanqueada por calles fundamentales, como Condell y Esmeralda, llenas de bullante comercio, y es la desembocadura de dos verdaderos ríos, que convergen justo antes fundirse en el plan: las bohemias Cumming y Almirante Montt, rutas de acceso a dos de los cerros más cotizados de Valparaíso en la actualidad, como son el Cárcel y el Concepción, respectivamente. Pareciera entonces que es más interesante lo que rodea a nuestra plaza que ella en sí misma, pero como diría el pequeño filósofo francés, lo esencial es invisible a los ojos. ¿El cliché barato estaba de más? Quién sabe, hay quienes dicen que Valparaíso es solo un gran cliché. Lo invito entonces, estimado lector, a descubrir, paso a paso, este escueto trozo de cemento.

Si llega usted desde la costanera por calle Melgarejo, la aparición de la plaza ante sus ojos será paulatina y sobrecogedora: el edificio Diego Portales se erige imponente, protegiendo con su robustez y sobriedad a los demás feligreses. A diferencia de sus irrespetuosos colegas actuales, es una mole que ha sabido afiatarse a sus pequeños vecinos de lata y adobillo. Si sigue en Melgarejo, a su diestra, tendrá lo que fue uno de los más tradicionales y afamados cafés de todo el país: el Café Riquet, que cerró sus puertas como tantas otras instituciones porteñas, no pudiendo resistir los embates de las crisis económicas y las administraciones deficientes. Ahora bien: prosiga su andar, y llegará a la Librería Ivens: periódicos en alemán, guías turísticas en los más variados idiomas, postales y posters que repletan las atiborradas murallas, coronado todo por avioncitos que penden de finos hilos desde los cielos: debiese ser visita obligada de todo viajante europeo que se proponga descifrar las laberínticas callejuelas de los cerros. Frente a ella, la hermosa Fuente de Neptuno da la espalda a la mayoría de los transeúntes, escoltada por dos enormes palmeras (es una de las postales más famosas de la ciudad). Cruce la calle Condell y llegará a la plaza propiamente tal. Buena idea sería detenerse a tomar un cortado en el Café Subterráneo, (buen exponente de los nuevos cafés que han copado las avenidas céntricas) o una cerveza acompañada de maní con merquén en La vida en verde (verde en Valparaíso significa una sola cosa: Wanderers). Espectáculo aparte es el paradero: oficinistas y colegiales se esmeran por subir a los troles, reliquias andantes que con lentitud y elegancia recorren el centro de la ciudad. Cruce la calle hacia Esmeralda y llegará al Cinzano, clásico bar porteño, uno de los pocos que conserva rasgos de la famosa “bohemia porteña” de los años 60. Toda una experiencia puede ser ver los grupos de tango y boleros que se adueñan del local en las noches, aunque no se entusiasme en pedir muchas cosas, que la cuenta lo curará de espanto. Finalmente, si tuviéramos que escoger un imperdible de nuestra plaza, serían sus escaños: siéntese en uno de ellos, y vea, a eso de las siete de la tarde, cómo se desvanece la luz del sol entre los ajetreados parroquianos, dando paso a los tenues faroles que comienzan con su brillo a congregar, al igual que mosquitos, a los universitarios que repletarán, en unas horas más, los pubs y bares de los alrededores.



MVP

Saliendo del clóset: Biopsicosocial, a mucha honra

Cómo olvidar el verano del 2005. Con mis incontables puntos ponderados bajo el brazo, tenía licencia para matar. O por lo menos, para carretear hasta decir basta. Sólo bastaba con pronunciar la frase: Mamá, quedé en medicina. Un gran verano caracterizado por algo más que el alcohol y el reggaeton: No sólo se acababan los facsímiles y los desvelos, sino también un desafío que meses de posterior psicoterapia lograron aflorar al consciente: la necesidad de valoración por parte de mis pares. Claro, ya no le debía explicaciones a nadie: de todos los biólogos, yo había quedado en la carrera más topísima, en la mejor u de la región… ya casi sentía la estela que dejaba al caminar con mi grandiosa aura de médico.

Haber sabido en el 2005 que la cosa no terminaba ahí. Pasados los años, se acerca el final (¿o el comienzo?) de esta carrera y varios van escogiendo su camino. Y ya brilla nuestra aula con las auras de los futuros cirujanos, de los aplicados oftalmólogos, de los brillantes internistas. Mientras, mi grandiosa estela de antaño se apaga nuevamente.

Y claro, de nuevo el consciente se inquieta sin saber qué es lo que reclama el subconsciente, pero esta vez, sólo le tomó 40 minutos a mi sicólogo darme la orden fulminante: Camila, sal del clóset. Tú quieres ser médico de familia.

Y claro, es difícil al principio, como debe ser para muchos aceptar la tendencia sexual en la que insiste su naturaleza, o aquella vocación desestimada de artesano o poeta. Es que a muchos de mis pares se les arruga la cara al escuchar la palabra biopsicosocial, y llego de pronto al mismo conflicto, arrastrado desde los 17 años pero ahora con nuevo rostro: ya acepté ser médico, en parte por validarme ante mis pares, y ahora que me enamoré de la profesión, es precisamente por su cara feita: menos plata, menos reconocimiento, pero pucha que soy interdisciplinaria, comunitaria, biopsicosocial… ¡Y a mucha honra!

Para todos mis futuros colegas quienes, por alguna u otra razón se identifican con mis palabras, quiero decir que hay una diferencia entre los niños asustados por su entorno y los adultos en los que nos estamos convirtiendo. Hoy pude pararme y decirle a mi mamá que se olvide de la clínica dermatológica. Así que sea cual sea tu clóset, recuerda que sólo toma un paso el salir a la vida que tú, y no el resto, determina.


Camila Olivares

Sobre tu ausencia

Cuando llega la noche de las ausencias
No queda sino ese sueño ausente
Los latidos del alma en mi alma,
Y la despedida vana y fugaz que deja tu no presencia.

Sobre tu ausencia escribo
Sobre tu ausencia leo
Sobre tu ausencia vuelo.

Qué simple es salir y volver
y salir otra vez.
Qué cómodo es desaparecer entre mis dedos
Qué fácil es regresar
y decir que siempre estuvimos ahí

Cuando llega la noche de las ausencias
El reloj toca cien veces en tu nombre
El tiempo pasa lentamente
Y en el aire encuentro un momento que tuvimos
Cuando estabas a mi lado
y que ahora sin planearlo,
Dejaste atrás.

Sobre mi casa pasan las nubes
Sobre el campo vuelan los pájaros
Sobre el cielo siguen las estrellas
Sobre tu ausencia, te sigo esperando.

No es lo mismo de antes
Sin quererlo hemos cambiado
No somos iguales

Porque queremos reconstruirnos
Juntamos eslabones,
Y reunimos piezas.
Pero aún así, quedan vacíos.
Quedan espacios,
quedan recuerdos
quedan horas perdidas, horas de ansias,
de sueños, de anhelos, de querer tocar tus manos,
de querer mirar tus ojos,
de sentir tu mirada, la risa y la voz,
la sonrisa sobre tu cara.
De querer seguirte
y sobre tus pasos dar mis pasos,
sobre esta tierra ver tus huellas,
sobre tu ausencia tu presencia
sobre mis dudas tus respuestas.

Cuando llega la noche,
Y la perfección del olvido me abraza una vez más
Seduciéndome con distracciones vanas
Acariciándome con inhóspita indiferencia
Una vez más invade mi alma ese vacío

Que solo llena tu ausencia.




Francisca José
3ero Medicina UCH

Panem et circenses

Son 5 días los que faltan para el mundial y 10 días para el debut de Chile. No faltan los grupos de Facebook que están relacionados a este, se escuchan frases como “No, yo no voy a ir a clases los días en que juegue Chile” o “Cacha que a los de tal carrera en tal universidad les dieron feriado los días en que juega la Roja”, y la típica: “Hace doce años que no vamos al mundial, no puedo creer que esto esté pasando”.Casi todos están que cortan las huinchas por que empiece. Casi.

En esta época de entusiasmo colectivo son muy pocos los que se detienen a meditar un poco en el asunto. No me gusta el fútbol. Pero no es que no me guste este deporte como tal o que me provoque aburrimiento verlo, no me gusta lo que representa. Ya le he dicho mi opinión a varios, y la respuesta es siempre la misma:“El fútbol une y provoca un efecto en la gente. Los hace felices”. Y ese es justamente el punto: el fútbol como fuente de felicidad.

Vivimos en una sociedad en la que desde chicos encendemos la tele y si no están dando un partido, podemos ver en las noticias, en la sección “Deportes” (que no estaría mal cambiarle el nombre a “Fútbol”) los resultados de los últimos partidos, el avance de la carrera de los jugadores y todo tipo de novedades relacionadas, y de una forma más burda podemos ver las escandalosas relaciones sentimentales que tienen nuestros futbolistas.

La sociedad, la cultura, el entorno, todo nos lleva a sentirlo como una forma de vida.

Raro es que alguien (un hombre sobre todo) no siga a un equipo de fútbol, descabellado es que no se ame al equipo nacional. Entonces ahí entra el “por qué”. ¿Por qué el fútbol? Nuestra idiosincrasia chilena toma al fútbol como amo y señor de los deportes. De repente el tenis, pero el tenis es Fernando González, era Massú cuando ganó las Olimpiadas, era Marcelo Ríos cuando salió Nº1 del ranking mundial, y eran otros en los que mis dieciocho años de vida no me dejan ahondar. Y ahí está toda la variación de deporte que tenemos -que por cierto dura sólo en los momentos de buena racha de los tenistas, de lo contrario no sabemos ni lo que es una raqueta-. Y volvemos al fútbol.

Fútbol como deporte mundial, escuché una vez. Es cierto, lo que me hace pensar más aún en el asunto. Pero ahí no sé cuál es el peor problema, el mundo privilegiando un deporte sobre el otro, o Chile -como un ente y como un gobierno, sea cual sea- siguiendo la corriente, sin la capacidad de promover la diversidad deportiva, el apoyo a todos aquellos que creen que hay más que el fútbol y que tienen el sueño de sacar adelante su propia pasión deportiva.

Resulta extremadamente cómodo dejar que el fútbol se desenvuelva en todo su esplendor, nuestro “Chupete” Suazo se nos lesiona y no existe nada que sea más importante, no hay noticia que lo opaque. Cientos de deportistas sueñan con un auspicio del gobierno -uno que no sea sólo pagarle el pasaje y que no incluya el olvido de la inscripción al campeonato que puede serfundamental- para poder demostrar lo bueno que se puede ser en otros deportes, pero la respuesta llega tarde, mal o nunca. Total a casi nadie le importa, casi.

La verdad es que no pretendo hacer cambiar de mentalidad a la gente. El fútbol es inculcado en nuestras cabezas, y la posibilidad de generar una respuesta en contra de esto es la misma de que Chile gane el mundial, dos veces seguidas.

Pan y circo. Circo y pan. Circo, y sólo circo.


"Veru"

Una vergüenza de grito

La escuela de medicina de la Universidad de Valparaíso posee tradiciones e intereses que la distinguen dentro de sus pares. El Viaje o la iniciativa realizada por primera vez el año 2009 conocida como Medicarte son ejemplos claros de éste plus. Sin embargo, hay una mancha oscura dentro de sus tradiciones, y a decir verdad, bastante vergonzosa. Ésta tradición ha sido heredada de otras escuelas de la UV, y de hecho se escucha en toda manifestación pública de forma constante y desesperante, de forma banal y estúpida, y esto es el grito, o mejor dicho, la prolongación del grito de la universidad. Yo desde que lo escuché por vez primera jamás lo repetí, porque entendí al instante que era todo menos lo que yo quería. ¿A qué parte del grito me refiero? A estas alturas del relato ya resultará evidente: “sin los pacos, sin los cuicos, sin rector”. Yo estudié en un colegio particular en Santiago, y no sólo particular sino que católico, incluso con sacerdotes -muchos- viviendo en sus instalaciones atávicas. Mi decisión para la educación superior siempre estuvo en ingresar a alguna de las universidades tradicionales estatales, no porque estuviera en contra de la educación privada per se, sino que porque a mi modo de ver las cosas, son las distintas universidades públicas los últimos reductos donde la participación de la comunidad estudiantil es significativa y gravitante, donde de verdad los alumnos pueden contribuir de forma política -en el sentido más amplio y civil de la palabra- a los intereses de la sociedad. Desde ese punto de vista, una universidad tradicional estatal es o debiera ser un punto de encuentro, el más plural en la sociedad probablemente, donde converjan distintos credos, colores políticos, etnias y cosmovisiones. Pero el grito propugna exactamente lo contrario a lo que es la educación pública estatal: una ausencia brutal de pluralismo y tolerancia, un “resentimiento” -esta palabra da para otras tertulias- vacío y carente de sentido y finalmente una exclusión en lo que debiera ser él o uno de los puntos más inclusivos y participativos de la sociedad. El llamado que hago yo y todos los que piensan así al respecto -que no deben ser pocos- es a cambiar esta costumbre esencialmente no universitaria -no da espacio a la universalidad-. ¿Cómo? Sencillamente callando, de una vez y para siempre, este grito que ofende más a nuestros intelectos que los intelectos de los destinatarios, destinatarios a fin de cuentas irresponsables de una odiosidad estúpida.



Paulo Gnecco Tapia.

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